8 de enero de 2012

El Gran Engaño - Segunda parte

“Defender la Teoría de la Evolución es una obligación materialista”

Érase una vez…

El hombre actual, o sea, nosotros, parece ser que provenimos de una familia muy larga y bastante extraña. Y como la familia es la familia, con eso no se juega. Pero, ¿y si resulta que no somos hijos de nuestros supuestos padres? ¿A ver si, por una desafortunada equivocación, hemos estado llevando flores al cementerio equivocado? Nosotros, por si acaso, vamos a estudiar el que, al parecer, es nuestro árbol genealógico, tratando de descubrir los que son parientes nuestros y aquellos otros que sólo quieren vivir del cuento.

- Ramapithecus: Se supone existió, aproximadamente, hace 14 millones de años. Y aunque solamente consiste en un puñado de dientes y fragmentos de quijada, los “científicos” dibujaron al individuo de cuerpo completo. Y no sólo eso. También les llegó la tinta para pintar su hogar y su familia. Posteriores descubrimientos demostraron lo que era evidente. ¡Sólo era un simple mono de entre las 6.000 especies que han existido! Su relación con el ser humano es más que dudosa.

- Australopithecus: Esta especie existió hace 4 millones de años y se subdivide en otras tres, Afarensis, Africanus y Robustus. Su osamenta se reduce al cráneo, la mandíbula y dientes, junto con fragmentos de pelvis, miembros y pie. Su esqueleto apenas difiere de los monos actuales. Es más, eran consumados trepadores de árboles, con manos y pies perfectamente preparados para la vida cuadrúpeda. Absolutamente nada en esta especie indica una relación con nosotros.

- Homo Habilis: Ante la necesidad de establecer un vínculo entre las especies simiescas y las “Homo”, surgió la cuestión del caminar bípedo. Aunque no era el único rasgo definitorio, planteaba una incómoda situación a la hora de clasificar los restos que iban apareciendo. ¿Cómo y por qué una especie que utilizaba manos y pies con la misma habilidad, dejaría esta condición para asumir la postura erguida? Ante la falta de respuestas claras a esta pregunta, se decidió que caminar sobre los pies era una obligación evolutiva. Más adelante veremos en detalle esta cuestión.

- Phitecanthropus: En 1.922 se halló un único diente en Nebraska, EE.UU. En un primer momento se afirmó que se trataba de un resto perteneciente a un homínido. De ahí que se le conozca como “Hombre de Nebraska”. Pues bien, la habilidad de los científicos, que ya sabemos que es mucha, consiguió recrear también en este caso, al individuo, su entorno natural y su familia. Y eso que solo tenían un diente. Pero, mira por donde, que se descubrió que, en realidad, se trataba del diente de una extinguida especie de cerdo. ¡Vaya por Dios!
 
Un primo hermano del anterior, el “Hombre de Piltdown” protagonizó una curiosa anécdota. Resulta que un día aparecieron en Inglaterra un hueso de quijada, dientes y una bóveda craneana. Se le asignó una antigüedad de 500.000 años. Numerosas tesis doctorales, reconstrucciones y artículos científicos se escribieron sobre este “familiar” nuestro, durante los más de 40 años que estuvo expuesto en el British Museum. En qué mala hora se le ocurriría a no se quién aplicar la prueba del flúor a esos restos. Pues terminó descubriendo el pastel. ¡El cráneo era de un señor fallecido hacía 500 años y los dientes y la quijada, de un orangután muerto recientemente! Por si la impertinencia fuera poca, también se descubrió que las primitivas herramientas descubiertas por esa zona, eran simples imitaciones que habían sido fabricadas con tornos industriales y esparcidas por allí.

Con razón se le conoce a este caso como el mayor fraude científico de la Historia. Nos querían engañar y casi lo consiguen. No se ustedes, pero a nosotros este árbol genealógico no termina de convencernos. Pero sigamos a ver que pasa.

- Homo Erectus: En esta especie, que apareció hace 1’8 millones de años, sí esta presente, por fin, la postura erguida. La razón principal para definir como primitivo a este grupo, es su volumen craneal, entre 900 y 1.000 cc. Pero, en la actualidad, existe gente, como los pigmeos, con esa capacidad craneal. Por lo que no es concluyente afirmar algo así. Tengamos en cuenta que el tamaño del cerebro no denota necesariamente diferencias en la inteligencia o en las capacidades.

Dos son las subespecies más conocidas de esta clasificación. La primera de ellas, conocida como “Hombre de Java”, fue encontrada en 1.892. El hallazgo consistía en una bóveda craneana, dientes y fémur esparcidos varios metros unos de otros, que hacían dudar que pertenecieran a un solo propietario. Aunque su descubridor aseguró que pertenecían al mismo individuo, olvidó mencionar que, en el mismo nivel de excavación, él mismo encontró dos cráneos humanos.

Sí, han leído bien. Encontró restos humanos de casi dos millones de años.

Pero como quien se encuentra un billete por la calle, no le dieron importancia porque consideraban que eso no era posible. Y aquí no se habla más. En cuanto al segundo elemento, el “Hombre de Pekín”, se trata de reproducciones en yeso de unos huesos originales que se perdieron. No obstante, se asegura que estamos ante un ser completamente humano. Lo que demostraría que seguimos sin conocer la especie que sirvió de transición del mono al hombre.

Cada vez se conocen más opiniones defendiendo la postura de la no evolución del ser humano. Los supuestos individuos medio simios que pretenden colocarse como antecesores del hombre, en realidad eran personas como lo somos ahora. Al tratar de reconstruir el rostro que pudo tener el Homo Erectus o cualquier otra especie, no se tiene, o no se quiere tener en cuenta, que los tejidos blandos, o sea, los músculos faciales, no dejan ningún rastro sobre el cráneo. Los labios, los ojos, los oídos y la forma de la nariz, no dejan ningún indicio sobre los huesos que están por debajo.


No es posible saber que cara tenía una persona basándose únicamente en la estructura ósea. Y si esa estructura nos dice que era prácticamente idéntico a nosotros, ¿por qué se empeñan en mostrarlo con rasgos simios?

- Neanderthal: Es un ser humano que apareció repentinamente hace 100.000 años en Europa y desapareció rápidamente hace 35.000. La única diferencia que tenían con el ser humano moderno estaba en el esqueleto, que, en su caso, era más alto, vigoroso y con un volumen craneal ligeramente superior. Que los Neanderthales son una raza humana es algo admitido prácticamente por todos. Los evolucionistas se esforzaron al máximo por presentarlos como “una especie primitiva”, aunque todos los descubrimientos indicaban que no diferían, en nada, de un ser humano robusto que camine ahora por la calle. 

Comparaciones detalladas de los esqueletos del Neanderthal y del ser humano moderno, han concluido que no hay nada en la anatomía del primero, que indique, de manera concluyente, capacidades locomotoras, de manipulación, intelectual o lingüística, inferiores a las del segundo.

Los descubrimientos testifican que enterraban a sus muertos, modelaban instrumentos musicales y tenían afinidad cultural con los Homo sapiens que vivían en ese mismo período. Hablando claro, los Neanderthal son una raza humana robusta que simplemente desapareció con el tiempo.

- Cro-Magnon: Se estima que vivió hace 30.000 años. Tenía el cráneo abovedado, la frente ancha, el volumen craneal de 1.600 cc., por encima del promedio del ser humano actual, y gruesas salientes en las cejas. Algunos descubrimientos en el campo de la paleoantropología han señalado que los Cro-Magnon y los Neanderthal se mezclaron entre sí y pusieron el fundamento para las razas actuales. Según la cronología que estamos estudiando, es el último escalón antes del hombre moderno.


El eslabón continúa perdido (y lo que le queda)

Por todo lo visto hasta ahora, se sacan varias conclusiones de vital importancia. Queda clara la existencia en el pasado, de algunas especies de monos que actualmente están extinguidas. Queda también bastante claro que esas especies no tienen nada que ver con los humanos.

Hemos comentado anteriormente que el supuesto salto evolutivo del simio al humano lo define la postura erguida. Pues bien, numerosas cuestiones, que naturalmente son eludidas por los evolucionistas, dan a entender que estamos ante otra de las artimañas que suelen utilizar con frecuencia. Veamos.

Si nos ceñimos a la selección natural, que dice que sólo las especies mejor preparadas pueden sobrevivir, tendremos que reconocer que el hombre está en clara desventaja frente a los monos. Nosotros no podemos saltar de árbol en árbol, sin tocar tierra, como lo hacen los chimpancés. Ni correr a 125 Km./h. como las chitas. Ni tenemos la fuerza de un gorila. De hecho, en caso de ataque de algún depredador, la especie más vulnerable somos nosotros.  

Es más rápido y seguro caminar a cuatro patas. Lo lógico habría sido evolucionar hacia esta última condición, en lugar de hacia la bipedación. ¿Por qué tendría que utilizar sólo las manos, si en el medio en que vivía, lo mejor hubiese sido quedarse como estaba? ¿Nos preguntamos como sobreviviría un ser humano que tuviera que escapar a una persecución de un león?

Porque ni corremos rápido, ni tenemos garras, ni nada por el estilo. Sinceramente, no nos convence este argumento de la postura erguida, por mucho que se la considere una verdad incuestionable.

Tampoco se sostiene la idea de que algunas especies utilizaron, durante algún tiempo, las dos formas de desplazarse.

Investigaciones llevadas a cabo por anatomistas, revelan que una criatura adaptada a la marcha cuadrúpeda, aunque pueda sostenerse durante un tiempo sobre las patas traseras, siempre tendrá tendencia a recuperar su postura encorvada. Es su postura natural. La conexión de la columna vertebral en la base del cráneo, es totalmente diferente en un animal cuadrúpedo y en el ser humano. De la misma forma que una persona no puede permanecer largo tiempo desplazándose a cuatro patas, así tampoco puede mantenerse derecho un gorila o un orangután, pues su anatomía no se lo permite. Los cambios necesarios para pasar de una forma a otra, hacen insostenibles todas las tesis que defienden la condición mixta, cuadrúpeda y bípeda a la vez, en algunas especies. No existe ninguna relación entre ambas. Salvo en la imaginación de los evolucionistas.

Teniendo en cuenta que todos los fósiles encontrados hasta la fecha cabrían en un cubo de tamaño medio, ¿de donde se han sacado entonces que aspecto tenían, cómo vivían, cómo vestían, cómo cazaban y cómo se relacionaban con sus semejantes? Es atrevido, por no decir engañoso, extraer tantas conclusiones de tan pocas evidencias.

No podemos dejar de comentar algunos de los crueles episodios que favoreció Charles Darwin al publicar su famosa Teoría. Muchos evolucionistas, ofuscados en demostrar que la raza blanca era la que se situaba en la cúspide de la cadena evolutiva, se lanzaron a la búsqueda de ancestros vivientes del ser humano. Y naturalmente, los buscaron entre las razas de color. Esto fue lo que pasó.

Un pigmeo llamado Ota Benga fue capturado en el Congo. No le sirvió de mucho a esta persona que su nombre significara “amigo” en su lengua nativa. Tampoco pareció conmover a sus captores que tuviera esposa y dos hijos. Porque se lo llevaron, encadenado y enjaulado, para ser presentado, junto a varios monos, como el “eslabón transitorio más cercano al hombre”. Más tarde fue llevado a un parque zoológico donde convivía, encerrado en una jaula, con un gorila y un orangután. Las largas disertaciones sobre este “extraordinario” espécimen, no impidieron que Ota Benga se suicidara incapaz de soportar que se le tratara como a un animal.

No contentos con acciones como esta, llevaron a cabo diversas cazas indiscriminadas entre la población aborigen de Australia sólo porque se parecían físicamente a los fósiles de Cro-Magnon. Según la revista australiana “Creation Magazine”, en su edición trimestral de marzo de 1.992, un grupo de observadores se estremeció al encontrar decenas de hombres, mujeres y niños, asesinados y decapitados, para vender sus cráneos, previamente “envejecidos”, a museos y coleccionistas de Inglaterra.

No es difícil entender que la Teoría de la Evolución fue el argumento “científico” que justificó el comercio de esclavos. Si Darwin afirmaba que ciertas especies “inferiores” debían ser paulatinamente exterminadas y remplazadas por razas más civilizadas, no había delito alguno en poseer personas de “segunda categoría” como quien tiene un animal doméstico. También la masacre del pueblo indígena de Norteamérica, los indios nativos, tuvo una relación muy directa con ese mismo argumento. Por ultimo, hay que recordar que las motivaciones xenófobas que llevaron a Adolf Hitler a promover la horrible limpieza étnica que llevó a cabo durante la II Guerra Mundial, también estuvieron influenciadas, en parte, por el trabajo de Darwin. Bastante elocuente es lo que dice el alemán en su libro “Meif Kampf”: “Aparten a los alemanes nórdicos y no queda otra cosa que el brinco de los monos”.

Daba por hecho que la lucha violenta era inevitable para la supervivencia de las sociedades mejor adaptadas. La inconfundible selección natural llevada al ámbito urbano.

Digan lo que digan, el ser humano apareció en el escenario terrestre con muy pocas variaciones a como es ahora. Pruebas de esto las hay.

Pero dudamos que Discovery Channel o National Geographic se atrevan a dar soporte a esas evidencias. Sería su final como cadenas televisivas. Aquí, o se está de acuerdo con la teoría darwinista y se la difunde como tal, o muy poco futuro tendrá como científico o periodista aquel que opine lo contrario. Teniendo en cuenta que razas humanas completamente formadas ya existían hace más de 1.000.000 de años, la edad del hombre es muchísimo mayor a lo que nos dicen los libros de texto y los medios de comunicación. Entonces, ¿por qué continúan vendiéndonos esa mentira? ¿Hasta cuando deberán soportar los escolares que les metan en el cerebro falsedades como esta? ¿Por qué se manipula la Historia sólo para hacer encajar el cuento del mono? Mucho nos tememos que lo importante no es conocer nuestros verdaderos orígenes, sino desacreditar todos los testimonios expresados en los textos sagrados como el Corán, la Biblia, el Rig Veda y otros escritos igualmente importantes, e instaurar una ideología materialista que, debido a su complejidad, analizaremos en otra ocasión.

El Darwinismo Social

Un amigo cercano de Darwin, el profesor Adam Sedgwick, fue una de las personas que advirtió sobre los peligros a los que daría lugar la Teoría de la Evolución. Hizo notar, después de leer y digerir “The Origin of Species”, que si este libro llegase a encontrar la aceptación generalizada de la gente, ello iría acompañado de una bestialización de la raza humana como nunca se había visto antes. Ciertamente, que el tiempo demostró que Sedgwick tenía razón.

El siglo XX pasó por la Historia como una época siniestra, donde las personas sufrieron masacres por el simple hecho de su origen étnico o el color de su piel. ¡Pues claro que antes de Darwin ya se habían producido discriminaciones y atrocidades por los mismos motivos! Pero sólo el darwinismo concedió a esa discriminación una falsa respetabilidad y legitimidad científicas.

En su equivocada visión de la lucha por la supervivencia, Darwin supuso que ésta se aplicaba también a las razas humanas. Las favorecidas, que según él, eran las blancas europeas, emergieron victoriosas. En cuanto a las africanas y asiáticas, se habrían quedado rezagadas en esa lucha. También aventuró que era necesario que esas razas inferiores desapareciesen y que, para nada, era conveniente que los pueblos desarrollados intentasen protegerlas para que sigan viviendo. Y comparaba esta situación con la cría de animales. En la página 171 de su, “The Descent of Man”, lo dice claramente: 

“Entre los salvajes, el débil, físicamente o de entendimiento, es rápidamente eliminado, y los que sobreviven exhiben normalmente un estado de salud vigoroso. En cambio nosotros, las personas civilizadas, hacemos los mayores esfuerzos por controlar ese proceso de eliminación. Construimos asilos para los imbéciles, tullidos y enfermos. Instituimos leyes protectoras del pobre y nuestros médicos se exigen al máximo en sus capacidades para salvar la vida de cada uno hasta el último momento. Hay razones para creer que la vacunación ha preservado a muchos individuos de constitución física débil, que de otro modo habrían sucumbido ante enfermedades comunes. De ese modo, los miembros débiles de las sociedades civilizadas, propagaron su linaje. Nadie que haya prestado atención a la cría de animales domésticos dudaría que esto, el cuidado de los débiles, tiene que ser muy nocivo para la raza humana”.

Todo un ejemplo de civismo y solidaridad. Aun así, se le rindió el honor de ser enterrado en la Abadía de Wesminster de Londres.

Como vimos anteriormente, en la Teoría se consideró a los nativos de Australia y a la gente de color, prácticamente con un pie en igualdad con los monos. Y se sostuvo durante mucho tiempo que debían desaparecer. En cuanto a esas otras razas que este aficionado naturalista consideraba inferiores, opinaba que era esencial impedir su multiplicación, de modo que terminasen extinguiéndose. Vemos aquí, que el racismo y la discriminación que nos encontramos aún hoy día, fueron aprobados y justificados por Darwin en su momento. Y les tocaba a las “personas civilizadas”, acelerar un poco ese período evolutivo. Por tanto, no habría objeción alguna, desde el punto de vista científico, en hacer desaparecer, lo más pronto posible, a aquellos que de todos modos van por ese camino.

La teoría de la supervivencia del más apto, fue recibida con entusiasmo por los científicos de la época. Creían que la Humanidad había atravesado varias etapas de evolución, culminando en la civilización del ser humano blanco. A mediados del siglo XIX, el racismo era aceptado como una realidad por la vasta mayoría de los científicos occidentales.

Los sucesores de Darwin batallaron, con mucho tesón, con el objeto de demostrar sus ideas racistas, en nombre de las cuales no tuvieron ningún escrúpulo en elaborar incoherencias y falsedades científicas. Pensaban que cuando las demostrasen, habrían probado, científicamente, la superioridad y los derechos necesarios para oprimir, colonizar y, si fuese necesario, exterminar, a otras razas. Había nacido la legalidad, falsa como ninguna, del imperialismo y el colonialismo que proliferó especialmente en esa época.

Podemos apreciar que, contrariamente a la opinión más generalizada, la Teoría de la Evolución, con los señores Darwin y Haeckel, al frente de ella, ha hecho un flaquísimo favor a la Humanidad. Quedando convencidas las masas de que Dios era algo que uno podía tomar o dejar, como quien toma una aspirina, invirtieron sus esfuerzos en seguir los planteamientos del Darwinismo Social.

Bajo este punto de vista se entendía que los grupos sociales que lograban mayor riqueza y poder eran los más aptos, mientras que los grupos humildes se convertían en las lastimosas y molestas razas inferiores de la sociedad. La ley del más fuerte daba alas al capitalismo que sumergía al ser humano en un materialismo desmesurado y tremendamente perjudicial.

Sinceramente, este árbol genealógico no merece nuestra confianza, pues está lleno a rebosar de falsedades, manipulaciones y, lo que es peor, falto de coherencia. Preferimos pensar que la maquinaria de la Naturaleza, con su extraordinario equilibrio entre ecosistemas, necesitó de un Principio Directriz Inteligente, que cada cual lo llame como quiera, que la organizase. Es absurdo pensar que fue el azar quien hizo ese trabajo. Porque el hombre, con toda su inteligencia y su tecnología, no ha sido capaz de mejorar esa perfección. Ni siquiera igualarla. Lo único que ha hecho hasta ahora ha sido copiar lo que ha observado en ella y darle aplicaciones para su modo de vida.

Es innegable la mano de Dios en la Creación del Universo. Aquellos que aun dispongan de la suficiente sensibilidad, también lo podrán apreciar. Indiferentemente de las creencias e ideologías de cada cual, es absurdo negarse a las evidencias que confirman este punto. La Historia, la no oficial, pues aquella otra está presa del yugo darwinista, se halla repleta de pruebas que dan al traste con las mentiras de los evolucionistas.

Incluso los geólogos, niegan ya que la edad de la Tierra, de unos 4.600 millones de años, de cabida a tan larga evolución, desde aquella primera célula aparecida de la Nada, hasta lo que somos ahora mismo. Y precisamente viendo lo que somos ahora mismo y la manera en que tratamos a nuestros semejantes, sólo podemos añadir que estamos recogiendo justo aquello que sembramos. Creímos que no necesitábamos a Dios para nada. Y es la confusión, el desasosiego y la amargura, lo que más anida en los corazones de la gente. 

Pero incapaces de darse cuenta de ello, creen que es adquiriendo mayor seguridad económica donde encontraran la solución a sus problemas. Y se equivocan estrepitosamente. Pero corresponde a cada cual darse cuenta de lo que es prioritario en su vidas, y aquello otro que no lo es.