Existe, en la vida de las Iglesias de Oriente y Occidente, una práctica espiritual de la oración muy profunda: La Oración de Jesús u Oración del Corazón. Esta práctica se remonta tambien a los padres griegos de la Edad Media bizantina y algunos la vinculan con los mismos Apóstoles. Les servia a todos ellos para orar sin interrupción, siguiendo la exhortación de San Pablo a los cristianos de orar sin cesar. Desde finales del Siglo XVIII fue divulgada y expandida fuera de los monasterios gracias a la obra Philocalie, publicada en 1782 por un monje griego (Nicodemo el Hagiorita).
Los ejercicios de la memoria o presencia de Dios, así como la meditación secreta como metódica y constante repetición, oral o mental, de una oración o frase corta de las sagradas escrituras, son el medio donde, a través de un largo proceso histórico, nace y se impone como fórmula privilegiada, la “oración a Jesús”.