11 de febrero de 2012

La ciudad de los Hijos del Sol

“No hay nada que pueda impedirnos creer que algunas razas hoy desaparecidas, hubieran alcanzado no sólo nuestros conocimientos, sino también facultades que no poseemos todavía”

Sir Frederic Soddy (Premio Nóbel de Física en 1921)

Situada en Bolivia y conocida antiguamente como Taipikala, (la Piedra Central), se halla la ciudad de Tiahuanaco, cuya historia discurre conjuntamente con el lago Titicaca. Conformada por un disperso grupo de ruinas que forman parte de un gigantesco centro ritual, la zona está considerada uno de los principales centros magnéticos de la Tierra. A más de 4.000 metros de altitud, allí donde el oxígeno escasea, encontramos rastros de una civilización sorprendente que transportó y talló enormes bloques de piedra de un ensamblaje y precisión inigualables. Viajemos pues a tierras lejanas para conocer una extraordinaria historia que puede hacernos reflexionar sobre aquello que entendemos sobre nuestro pasado, pues pocos lugares en el mundo atesoran tantos enigmas por metro cuadrado como la vieja ciudad de Tiwanaku

Así pues, comencemos. 


Pese a su elevada situación, la zona está sembrada por millones de conchas marinas fosilizadas, haciéndonos suponer que en un pasado remoto fue aislada e impelida hacia arriba desde el nivel del mar, conservando hasta el presente diversas especies de peces y crustáceos oceánicos, que quedaron suspendidos entre las cordilleras andinas. Desde su formación, el lago ha sufrido diversos cambios en las líneas de costa, a veces por encima y a veces por debajo del nivel actual, indicando que ha variado su forma quién sabe cuantas veces a lo largo del tiempo. Estas alteraciones no tienen nada que ver con fluctuaciones del nivel acuático, sino con modificaciones importantes del terreno circundante. Y es una evidencia irrefutable que la ciudad de Tiahuanaco fue antaño un puerto, provisto de grandes diques y situado en las orillas de ese lago. Pero dado los prolongados períodos que precisan las grandes transformaciones geológicas, es tarea difícil valorar en qué momento las aguas del Titicaca bañaban ese puerto. 

La ciudad más antigua de Sudamérica 

Tiahuanaco/Taipikala es paraje de leyendas, de felinos y cóndores, de hombres-pájaro, de fuegos sagrados y templos solares. Esta ciudad, o lo que queda de ella, se haya actualmente alejada unos 20 Km. del lago y a una altura de más de 30 metros de su actual línea costera, debido a que desde el momento de su construcción ocurrió alguno de estos dos fenómenos, o bien que el nivel del agua descendió de forma muy notable, o bien que el terreno se elevó igualmente de forma muy notable. Allí encontramos gigantescos monolitos, gruesas piedras labradas y grandes figuras de arenisca rojiza y andesita. Pero, la región carece de canteras. ¿De dónde extrajeron entonces la roca? Los arqueólogos coinciden en que hubo allí una prodigiosa civilización cuya antigüedad no aciertan a determinar. En realidad, nadie sabe con certeza cómo surgió, cómo era y que duró la estancia de esas gentes allí.

Lo que sí se sabe con seguridad es que lo hicieron muchísimo antes que los incas, por eso se identifican como cultura preincaica. Hay quien ve en este complejo arquitectónico, una colonia de una antigua raza de gigantes, ya desaparecida, que habitó nuestro planeta antes que nosotros. Pero no vamos todavía a aventurar conjeturas. Al menos no, hasta que profundicemos más en el tema.

Y gigantes, pensaron también los conquistadores españoles, que eran los únicos capaces de levantar pirámides como la de Akapana o grandiosos templos como el de Kalasasaya, de los cuales ahora apenas queda nada. De uno de los ángulos de esta pirámide, se alza todavía la famosa y enigmática Puerta del Sol o Inti Punku, como se le conoce en aymara. Seguramente debió de ser una gran ciudad sagrada semejante a Teotihuacán en México. 

Todo el conjunto arqueológico se encuentra en una meseta alta, donde existe poca vegetación, que no parece el más adecuado para el florecimiento de grandes culturas del pasado. Pero es que no siempre tuvo este aspecto, ni la cordillera se encontró siempre a la altitud de ahora. Y ahí radica parte de su misterio. ¿Qué ocurrió en los tiempos en que la climatología fue más benévola? Y sobre todo, ¿cuándo comenzó ese cambio climático?

Estudios matemáticos y astronómicos realizados a mediados del siglo XX, sitúan la fase principal de construcción de la ciudad, ¡nada menos que en el 15.000 a. C.!, sobreviniendo a partir de ese momento, una serie de cambios geológicos que comenzaron a separar cada vez más la ciudad del lago en torno al 10.500 a.C. aproximadamente.

Fecha que nos transporta en la distancia hasta otros complejos astronómicos, como las Pirámides de Gizeh en Egipto o los Templos de Angkor en Camboya, construidos con toda probabilidad por aquel entonces. Si nos detenemos a pensar en el enorme período de tiempo necesario para tan grandes cambios, la pregunta obligada es, ¿cuándo fue construida Tiahuanaco? Pues bien, la tesis oficial sostiene que las ruinas no datan mucho más de 2.500 años; en cambio, la moderna arqueoastronomia aporta una antigüedad, que aunque no es aceptada por la mayoría de expertos, parece encajar mejor con la escala de transformaciones que ocurrieron en ese lugar. Esta segunda datación a que nos referimos, confirma una antigüedad de 17.000 años, lo que sorprendentemente nos revela que esta gran ciudad andina prosperó durante el último período glacial en la profunda y oscura prehistoria. 

Ahora bien, ¿cómo es posible que existieran gentes capaces de levantar grandiosas e inigualables construcciones en aquellas fechas, si se supone según los expertos, que el ser humano en esos momentos y en el mejor de los casos, sólo era capaz de cazar mamuts con lanzas de piedra, que para ellos ya era lo último en tecnología? ¿Quién tiene la razón en esto? Prosigamos y juzguen ustedes mismos.

Como decíamos, en algún lejano momento se produjo un cataclismo de gigantescas proporciones, que fraccionó la cordillera de los Andes, produciendo una elevación progresiva del Titicaca y todo el Altiplano. El hallazgo de flora lacustre mezclada con esqueletos de seres humanos que habían perecido en la catástrofe y varios restos de peces, también hallados en el mismo aluvión, confirma que la ciudad fue arrasada por una inundación, aunque esto sólo fue la culminación de unos acontecimientos iniciados mucho tiempo atrás.  

¿Pero cuándo? Los terremotos que habían hecho que el Titicaca inundara la ciudad, fueron sólo los primeros de una serie de desastres que continuaron en el tiempo. A medida que pasaban los años, el nivel acuático del lago fue descendiendo, aislando a la ciudad y alejándola de las aguas que antaño habían desempeñado tan importante papel en su vida social. El clima de esa zona se volvió más frío y desfavorable para el cultivo de unas cosechas que antes se habían desarrollado sin problemas, lo que produjo emigraciones masivas de gentes del lugar. Nos preguntamos, ¿cuánto tiempo ha de transcurrir para cambiar la fisonomía y climatología de una zona? ¿Cientos? ¿Miles de años? ¿Más? ¿Estarán entonces en lo cierto esos cálculos astronómicos? 

Y si lo están, ¿cómo situamos a sus habitantes en la cronología de la aparición humana sobre la Tierra?  

Demasiadas coincidencias.

La historia de Tiwanaku está íntimamente relacionada con el culto a Virakocha, también conocido como Thunupa, el Dios del Cielo y los Hombres, cuyas andanzas mitológicas poseen fuertes similitudes con las de Osiris, allá en Egipto. Pues ambos eran grandes civilizadores, fueron víctimas de una conspiración, resultaron malheridos, los cuerpos de ambos fueron depositados en un receptáculo, fueron arrojados al agua, se deslizaron por un río y ambos alcanzaron el mar. Demasiadas coincidencias, ¿no cree? ¿Debemos considerar estos paralelismos como meras coincidencias? ¿O es que acaso existe alguna misteriosa relación entre ambas historias? Pero es que aún hay más. 

En la isla Suriqui, en el Titicaca, se siguen construyendo unos botes de juncos de totora, que son casi idénticos, tanto en el procedimiento como en el acabado, a las barcas egipcias hechas con cañas de papiro.

También es “coincidente” el asombroso método de construcción mediante bloques de piedra, que hace pensar que al igual que en Egipto, los tiahuanocas dominaban una arcaica ciencia ya olvidada. Tanto allí como en la cercana Cuzco, existen muros cuyos enormes bloques con cientos de toneladas de peso y con formas que varían entre triangulares, romboides, irregulares, etc., están ensamblados unos con otros con una precisión más que impecable. 

Tanto es así, que ni siquiera una cuchilla de afeitar puede introducirse entre las juntas. Esto, corroborado por ingenieros, arquitectos y expertos en construcción, sólo puede ser ejecutado por gentes tecnológicamente avanzadas, disponiendo de maquinaria cualificada para ello (algunos bloques pesan mas de cuarenta toneladas) y con una capacidad de organización muy elaborada. ¿Estamos hablando del hombre prehistórico? ¿Pero si aún no conocían la rueda?

Sorprende sobremanera el hecho de que en ningún momento se representa a Virakocha con facciones indígenas, sino más bien con rasgos europeos, de media altura, blanco y barbudo, “coincidiendo” en esto con Quetzaltcóatl, el Dios azteca. Las leyendas que corrían en torno a él y su aspecto físico fue lo que ocasionó que, en un principio, se confundieran a los españoles blancos y barbudos con Virakocha y sus semidioses. ¿Cómo es posible que hubieran visto al hombre blanco, si se supone que no llegó allí hasta muchos siglos después? ¿De quién se trata en realidad? Pero el enigma de estas tierras, no acaba aquí, ni mucho menos.

Momias, reencarnación, pirámides, mitología, cruces, escritura jeroglífica y un largo etcétera, forman parte de esas “coincidencias” que gozan del peso suficiente como para considerar seriamente aquella sugerente hipótesis que dejamos atrás. La de una civilización anterior que en sus momentos finales estableció estos cultos, sus propios cultos, en diversos lugares del mundo y desapareció, dejando selectas colonias que constituirían la cuna de una incipiente, la nuestra, civilización. Investigaciones realizadas in situ revelan la existencia de una cámara oculta en el interior de la Pirámide Akapana, muy similar a la Cámara del Rey en la Gran Pirámide de Gizeh. Por último, tenemos que el propio nombre de Titicaca, que en aymara significa “El Acantilado del León”, resulta ser un detalle muy interesante que nos recuerda que la Gran Esfinge de Gizeh, además de tener una figura que recuerda un león, está orientada al Este donde hace precisamente 12.000 años se situaba la Constelación de Leo, lo que refuerza aun más la teoría de que ambas culturas, tiahuanoca y egipcia, emergieron a la vez. Definitivamente, son demasiadas coincidencias. 

Bueno, ¿y qué? 

Si usted ha sido siguiendo con atención todo lo descrito, se habrá percatado de que las fechas barajadas en los cálculos astronómicos, son bastante superiores a aquellas que nos explicaron en el colegio, acerca del origen del Hombre. Algo no encaja. Estas construcciones mencionadas revelan unos conocimientos del globo terráqueo, impensables para esos “primitivos”, por no hablar de la exactitud astronómica demostrada al erigir sus templos solares. ¿Cómo o de quienes obtuvieron esos conocimientos?

Considerando la seriedad de los datos aportados por las últimas investigaciones, a partir de las cuales hemos elaborado este artículo, debemos plantear una serie de cuestiones. En los últimos años ha ido creciendo el número de hallazgos arqueológicos, astronómicos y científicos, que ponen en tela de juicio la validez de la Teoría de la Evolución. Al contrario de la inmensa cantidad de leyendas y mitos de la Creación que se conservan en todo el mundo y que coinciden en más cosas de lo que muchos quisieran, la Teoría de Darwin no aporta ningún dato contundente que confirme nuestra descendencia del primate. Razón por la cual se continúa hablando todavía de Teoría y no de Ley de la Evolución. Al hablar del proceso desarrollado sobre la Tierra, se esgrime la tesis de que los mamíferos descienden de los reptiles, pero poco o nada se dice de los innumerables seres intermedios y malformados que debieron existir durante miles de millones de años, hasta alcanzar la perfección de la especie. ¿Dónde están esos fósiles?

Defendiendo como se defiende la tesis de la mutación genética como la causante de una especie más evolucionada, a partir de otra más inferior, habría que plantear una serie de reservas a esta postura. Según los experimentos científicos, la mayor parte de los animales mutados genéticamente, no permanecen con vida el tiempo suficiente para transmitir esas alteraciones a sus descendientes, sin contar el hecho de que hacen falta al menos dos animales de distinto sexo, con la misma mutación genética aparecida por azar, para asegurar la continuidad de ese cambio, lo que parece bastante improbable. 

Y más improbable aún es que un reptil pueda convertirse en mono, o un ave en reptil. De todas formas y repitiendo lo dicho, ¿donde están esos millones de fósiles de animales que motivaron la perfección de su especie?

Restos de mamíferos y dinosaurios en los mismos estratos, indican que convivieron juntos en algún momento. Se encontraron huellas de dinosaurios junto a algunas pisadas de seres humanos en Texas y no se le ha hecho ninguna difusión importante a la noticia. Se menciona por encima y punto. Parece como si reconocer errores en el seno del mundo académico equivaliera a humillarse y rebajarse a la altura del tacón. Se plantea y defiende una historia de la humanidad donde existen lagunas sin conocer, que no encajan en dicha clasificación. Encima ocurre que para adaptarlas a su cronología, se opta por fecharlas “a la fuerza” a fin de completar un puzzle de piezas irreconciliables. Es como querer indicar que en el mundo no existen los enigmas, que todo está bajo control de la ciencia. Y esto no es así. La historia que comentamos hoy, y muchas otras que no vienen al caso, es una prueba de ello. Sólo a duras penas se reconoce que tal vez lo que se encontraron los conquistadores al llegar a las costas sudamericanas, no eran salvajes como se nos ha querido pintar, sino una civilización mucho más avanzada e instruida que la que ellos representaban. 

Aclarando algunas preguntas 

Para situar la construcción de la ciudad, hay que mencionar que sobre la tesis oficial que defiende la duración de una Era Glacial de unos dos millones y medio de años, mantenemos unas razonables reservas. Se afirma que este fenómeno se produjo de una forma progresiva, pero ocurre que el hallazgo de animales congelados en el momento de comer, parir o descansar, confirma que el cambio global se produjo muy rápidamente, quizás acelerado por el impacto de uno o varios asteroides. 

Por eso, los mamuts perfectamente congelados en los hielos de Siberia, han servido de alimento a los esquimales durante mucho tiempo. Como culminación a unos fenómenos iniciados mucho antes, se originaron bruscos cambios tanto geológicos como climatológicos que dieron al traste con numerosas especies ahora extintas y que, curiosamente, se hallan representadas en algunos relieves en roca en Tiahuanaco, como el Toxodon, una mezcla de hipopótamo y rinoceronte, o el Cuveronius, un tipo de elefante. ¿Pero cómo es posible que conocieran a esos animales si se sabe que desaparecieron hace 12.000 años? Algo no cuadra. Seguramente cuando se tengan los medios suficientes para excavar bajo las congeladas tierras de la Antártida, muchas de estas dudas se despejarán. Otra cosa es que estén dispuestos a hacerlo.

En cuanto a la diferencia entre la datación oficial y la que nos ofrecen los investigadores independientes, hay que recordar lo que se sabe sobre la Gran Esfinge de Gizeh. Aunque la tesis académica se empeña en situar su antigüedad en 2.500, o a lo mucho 3.000 años, basándose en especulaciones sobre su parecido con algún faraón, lo cierto es que las erosiones que sobre ella se observan no están producidas por el viento y la arena, sino por intensas y prolongadas lluvias como así lo indican los surcos erosionados que descienden vertical y sinuosamente desde su lomo hasta el suelo. El viento nunca produciría ese tipo de desgaste. Por tanto, teniendo en cuenta la desértica zona en que se encuentra ahora y el tiempo que ha estado así, ¿cuándo tuvieron lugar esas inundaciones y torrenciales lluvias? Según los geólogos y los climatólogos, como mínimo hace 8.000 años.

Podríamos estar mencionando datos y más datos que surgen de la investigación en estas tierras, pero no es esta nuestra única intención. En cambio, aportar curiosidad por conocer la verdad de las cosas y no aceptar de manera conformista aquello que hemos creído, o nos han hecho creer, como real y auténtico, sí nos parece realmente útil. Es decisión de cada persona convertirse en investigadora de la verdad, por conocer qué somos y de dónde venimos. Estas preguntas, formuladas hasta la saciedad desde que el hombre es hombre, y parece ser que lo ha sido siempre, están cada vez más cerca de ser contestadas. Ahora bien, seamos críticos acerca del enfoque que se le den a esos avances, puesto que en función de esa visión, la respuesta final será más objetiva o menos. Pero es evidente que gentes como las que hoy mencionamos no se hubieran tomado tanta molestia en construir tan colosales obras, si no hubieran tenido algo realmente importante que decir y transmitir a la posteridad. Y razones no les faltaban. Tanto en Angkor, como en Tiahuanaco, como en el antiguo Egipto, se enseñaba a los iniciados a descubrir el conocimiento del misterio de la vida, a través de la experiencia directa. Ellos veían en el Universo una escuela de experiencias, creada para dar a las “almas imperfectas” las oportunidades de aprender a crecer a base de enfrentarse a los desafíos y elecciones de la existencia material. Y sus construcciones y lugares sagrados formaban parte de ese sistema espiritual.

Si finalmente cobra fuerza la postura de que el ser humano posee una antigüedad muchísimo mayor a la que hasta ahora creíamos, entonces habremos de aceptar que nuestra herencia es inmensamente más rica. Lo cual tendría que hacernos replantear nuevas direcciones, nuevos objetivos y prioridades hacia nosotros mismos y nuestro entorno. ¿Por qué no dejar al menos una puerta abierta a esta posibilidad? ¿Que habrá gente que prefiere no aceptar esta visión? Perfecto. Allá cada cual con lo que desee pensar.

Pero lo que cada persona conserva en su corazón no es algo sujeto a opiniones y modas. Con el avance de las investigaciones arriesgadas y libres del condicionamiento que impone el prestigio y el poder de la clase política, habría cuando menos que mantener una actitud abierta y dispuesta a aceptar posturas diametralmente opuestas a las que se tenían anteriormente. Con una visión científica y a la vez espiritual, llegaremos a comprender que el ser humano tiene ante sí la posibilidad de un crecimiento interior, no sólo intelectual, que es una herencia de miles de años de búsqueda en todas las latitudes de la Tierra. Y las pruebas están ahí esperando la predisposición suficiente para desvelar esos conocimientos que nos devolverán a nuestro lugar como hijos predilectos de la Creación, como Hijos del Sol.

Lo dicho, reflexionen y juzguen ustedes mismos sin dejarse influir en demasía por posturas alienantes que prefieren una única manera de pensar, en lugar de favorecer la libertad del individuo en su más amplio sentido.